domingo, 26 de julio de 2009

La feria de 'Santiago' en Santander: su verdadero origen

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(Juan Carlos Flores Gispert, en El Diario Montañés)
El origen de la celebración de Santiago en Santander no tiene nada que ver con la devoción del apóstol. Como se sabe, los patronos de Santander son la Virgen del Mar y los santos Emeterio y Celedonio. En el libro 'Las fiestas populares del municipio de Santander', de Mario Crespo, Francisco José González y Sonia Merino, se reconstruye la historia de las fiestas de Santiago en la capital cántabra. El origen de las fiestas de Santiago es el deseo de divertirse en verano. José Simón Cabarga, periodista y cronista de Santander, a quien se deben notables páginas sobre la historia de la capital santanderina, relata que «antes de 1869 se celebraban unas fiestas de Santiago en el barrio de Miranda, fiestas que luego reclamaría para sí la Alameda Segunda, como una de las novedades impuestas por la Revolución de 1868».
En el barrio de Miranda existía un fondín llamado del 'Tío Santiago', cuyo dueño, Santiago González, organizaba bailes y algunos festejos. Así aparece mencionado en el cartel de fiestas de Los Santos Mártires de 1868. El 7 de diciembre de 1868 el Ayuntamiento aprueba crear una feria de verano en la ciudad, contando para ello con varias puntos a favor: la celebración de corridas de toros, la iluminación de la Casa Consistorial y la presencia de numerosos forasteros en el mes de julio, atraídos por la buena temperatura de Santander y el mar y las playas.
La idea aprobada era la celebración de las fiestas de verano entre los días 23 y 28 de julio con instalación de puestos de venta para los efectos industriales y de comercio en La Alameda Segunda y exposición de ganados en La Albericia.
Y así empezó la historia de unas fiestas que hoy son imprescindibles para la capital santanderina, centrando actividades tan importantes como la presentación del cinematógrafo. Fue en 1879 y en La Alameda Segunda. Junto a la exposición de fieras y de figuras de cera se anunciaba «una gran colección de estereóscopo anglo-americano que acaba de llegar de la exposición de París». La presentación oficial del cinematógrafo en una variante del sistema patentado por Edison tuvo lugar el 24 de julio de 1896.
En 1926, en EL DIARIO MONTAÑÉS, Cástor V. Pacheco relataba: «aquellas ferias (de Santiago) no duraban mas de ocho días, aunque a los feriantes se les consintiera permanecer en sus barracas durante otros ocho días para dar salida a su mercancía... las ferias de La Alameda Segunda acaban a los quince días. Por cierto que en el deseo de dar con la razón de porqué se llaman ferias de Santiago solamente he conseguido enterarme... de que hubo un tabernero establecido allí (en el cruce de los caminos del Alta, de Miranda y de El Sardinero) que se llamaba como el Santo Apóstol y que creyó de perlas organizar una romería en aquel punto, llegando a celebrarse, tiempo andando, con gran concurrencia de gente del pueblo, con asistencia del señorío y de no poca algazara de chicos y de grandes. De esta romería debió de partir lo que luego fueron las 'renombradas ferias de Santiago' en los programas de mano en los que se publicaba la lista de los cohetes, bombas, morteros de grueso calibre y de los fuegos artificiales que, según costumbre muy antigua, corrían a cargo de los Señores Hijos de Alonso, de Palencia, y se quemaban en la Alameda Segunda, en el Muelle, en la bahía -simulando un gran combate naval- y, por último, en El Sardinero».

Carmen González Echegaray, escritora e investigadora, explica en este artículo el origen de estas fiestas.
Allá arriba en el Alto de Miranda, nacieron las fiestas de Santander, en la antigua ermita de Los Santos Mártires, que anteriormente había estado situada en la parte baja de la Villa, en la Calle del Mar, rampa de la Calzadilla -hoy Plaza Porticada- y adosada a la antigua muralla. Al iniciarse el ensanche de la ciudad, fue trasladada al Alto de Miranda y con ella su romería y fiesta. Estaba dedicada a la Purísima Concepción y los Santos Mártires, y era de la Cofradía de los Navegantes de San Martín de Abajo.
Fue en 1848 cuando se trasladó a la nueva capilla de la loma de Miranda desde donde se abarcaba con la vista toda la mar interna y externa rodeando nuestra ciudad. Muy cerca se encontraba un merendero regentado por un vecino llamado Santiago, donde se celebraban las verbenas. Yo conservo un anuncio del señor Santiago, animando a la vecindad a subir por el entonces escabroso paseo de la Concepción, hoy día Paseo de Menéndez Pelayo, para celebrar los festejos a la ermita de los Mártires y pasar por su tasca a refrescar el gaznate.
El éxito de estas fiestas populares, animó al Ayuntamiento a aprovechar el nombre de este conocido personaje, y ampliar con ferias y las tradicionales corridas de toros, etc. los festejos veraniegos de la ciudad trasladándolos a fechas más oportunas. El 'Campanón' de los Santos Mártires enmudeció ante el sonido más alegre de las campanas veraniegas, repicando a toro, allá por el Verdoso, sostiene el cronista de la ciudad.
El día primero de mayo del año de 1869, se inauguraban las ferias. Del 23 al 28 en el mes de julio se colocaban a ambos lados de la Segunda Alameda, tenderetes con chucherías, puestos de chinitos: «Señora, ¿Quiele un collar?».
Y en barracones de madera se exhibían muñecas preciosas, 'vestidas de azul' que nunca tocaban a nadie. Había fotógrafos que te colocaban astutamente detrás de unos parapetos o telones, te hacían sacar la cabeza por encima y disparaban, resultando que en la foto aparecías vestida de odalisca.
Había rifas, algunas de ellas, con carritos que entraban vacíos y salían cargados de caramelos ante los pasmados ojos de la chiquillería. Tiros al blanco con escopetas chivatas; cantidad de carruseles con caballitos que subían y bajaban al dulce compás de un romántico vals, y casetas con susto incluido para los miedosos. Iba aumentando la importancia y brillantez de las ferias, llegando a su apogeo en 1872 que fue cuando se instalaron los arcos de hierro de la iluminación de gas.
Al final del paseo se situaba la Exposición Ganadera, ya en el Verdoso. Como ya dijimos, en los primeros años lo arcos de luz se alumbraban con bombillas de gas, Después llegó la luz eléctrica. bajo los altísimos árboles que como un dosel verde proyectaban sombra acogedora a la multitud. El vocerío y alboroto aumentó con las instalaciones eléctricas y los altavoces, siendo posiblemente este uno de los motivos por lo que desaparecieran de este lugar las ferias, porque las fincas de enfrente eran prados o jardines a cuyas casas alejadas cerca del Alta, no llegaban estas molestias, pero con el tiempo se fueron sustituyendo por viviendas urbanizadas que no soportaban el ruido.
Últimamente y antes de la guerra de 1936, se situó allí la Feria de Muestras, (en 1932), de la que tanto disfrutamos los niños de entonces. Recuerdo unos cartuchos riquísimos de leche SAM, envasados en cera, chocolatinas de Nestle y una canción que decía: «Don Paco y Doña Petra se fueron a la ciudad, tomaron el tren expreso de mayor velocidad, tan pronto como llegaron un pillete les siguió, y unos pollos que llevaban de la mano les quitó. No podremos comer pollo, pero habrá caldo mejor, gustareis del Caldo Maggi, el de más fino sabor». Seguro que alguna persona octogenaria se acordará.
Fueron perdiendo brillo e importancia las ferias de la «Alameda Segunda» y en 1947 se buscó otro espacio donde instalarlas. Obras del Puerto las llevó al barrio de Maliaño, a la zona marítima de Antonio López, curiosa cercanía con la mar, que había sido su primitivo origen.

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